Recuerdo bien mi primer día de hospital. LLegué super inocente a mi planta, sin saber muy bien en qué consistía verdaderamente la vida en él.
Mucho personal, pasillos largos y equipados, y un gran número de habitaciones, todas ellas con sus pacientes, unos acompañados de sus familiares y otros que, desgraciadamente, no.
Son muchas las historias que, cada día, hacen del hospital una gran biblioteca de saberes.
Cada una, es única e irrepetible. Hoy, aunque tengo muchísimas anécdotas de este primer mes, quiero hablarles de Engracia. Quiero contar su historia, y sé que no se deben decir nombres ni apellidos, y que hay que respetar la vida anónima de las personas, pero me siento obligada a contar la maravillosa historia que ha llenado este primer mes mi estancia en el hospital, es como un homenaje de forma anónima bajo el nombre de Engracia y sin revelar más datos que puedan llevar a una posible identificación de esta persona en cuestión.
Mi supervisora quería que desde el primer día nosotras llegaramos puntuales para poder ver así los cambios de turno de la noche a la mañana y poder enterarnos de las novedades que acontecen por las noches. Así, obedientes y puntuales como unas buenas novatas nos presentamos mis compañeras y yo al estar de enfermería el primer día.
-(...)Puff, la X12.2. está fatal, está podrida, no le damos ni 2 días de vida.
- ¡Qué bien!- pensé yo, mi primer día y ya se me va a morir la gente.
Atenta a todos los comentarios que habían dicho sobre cada paciente, acompañé a auxiliares y enfermeras habitación por habitación, haciendo cosas y a la vez intentado recordar que comentario pegaba con cada paciente; pues ya no me acordaba quiénes eran los autores de dichos comentarios.
Cuando entré en la habitación de Engracia supe de inmediato cuál era su pronóstico. Tenía una habitación para ella sola, estaba encamada y había que incorporarla y tumbarla con la ayuda de una grúa, pese a que es una mujer muy delgada, de peso bajo y menudita.
Al llegar al día siguiente pensé que ya no estaría o que, al menos, de ese día no pasaría; tales eran los comentarios pesimistas que se hacían sobre ella. Cuál fue mi sorpresa al encontrármela ahí, tranquila y viva. Yo ahí todavía no era capaz de ver su luz interior, esa mujer desprendía vida.
La primera semana tampoco estuve mucho con ella, y simplemente era una desconocida más, una persona más y ya está. Y tampoco comprendía bien el por qué de la desesperanza para con esa mujer, si aparantemente no estaba tan mal. Como los primeros días me tocó hacer de auxiliar de enfermería (trabajo que no me desagrada en absoluto y que me parece un pilar tan importante como cualquier otro dentro de un hospital) comprendí todo. Me tocó ayudar a una auxiliar a lavarla, y cuando la ví desnuda me horroricé. Hoy me parece una cosa fantástica, muy humano y muy real. Engracia tenía una colostomía por donde salían varios centímetros de intestino, con una fuga hacia la herida quirúrgica que tenía en la barriga, y la cual drenaba que daba gusto, y a su vez, varios agujeros de drenajes por los cuales salía mucosa. La mujer estaba hecha un flan. Además tenía una úlcera grado IV en el culo. La pobre no se podía mover, y para poder comer necesitaba ayuda, sus brazos no podían movilizarse ni aguantar el peso de una simple cuchara, y para colmo tampoco tenía dientes.
Cuando, al cabo de un tiempo, empecé con las enfermeras, y ví la primera cura, me quedé muy asombrada con todo.
Pero sin embargo, tampoco tenía mucho contacto con ella, y mis compañeras y yo nos turnábamos para cambiar de pacientes y ver de todo un poco.
Pero la vida de esta mujer se fue alargando, los comentarios negativos persistían pero, sin embargo, la mujer no moría. Se abrió el otro pasillo, y nosotros los estudiantes nos dividimos dos a dos, y yo me quedé en su pasillo, en las habitaciones con números altos pues ya conocía a los pacientes y aún con sus complicaciones me gustaban, y me caían muy bien. Así que pedí a mi único compañero hombre (dentro de la enfermería) que me dejara con las altas y él accedió encantado. Así, como tantos otros, Engracia pasó a ser mi paciente, y todos los días la vería, y comprobaría su evolución y su mejora si en algún caso se diera.
Cuando yo entré al hospital durante los primeros días la mujer se quedaba dormida casi todo el tiempo, aunque no sé si en realidad era sueño o somnolencia. Apenas hablaba y lo poco que hacía era casi indescifrable.
Pero cuando fue pasando el tiempo, la mujer se veía con más ganas, hablaba más y se le entendía mejor. Gracias a eso, fue entonces cuando empecé a conocerla, a comprenderla y a descubrir lo maravillosa que podía llegar a ser. Tenía un encanto especial que inundaba la estancia.
Pero no sólo ella evolucionó, yo también lo hice con ella. Pasé de no querer entrar a su habitación en las curas por el olor a podrido y mierda que desprendía su vientre, a querer hacerlo todos los días solo para estar más cerca de ella.
Muchos de vosotros quizá no lo comprendeis, pero si la conociérais lo sabríais.
Su fisio iba casi todos los días para ayudarla a moverse, y la progresión no se hizo esperar. Estos últimos días que he estado con ella ha pasado a mover los brazos, las piernas, a comer sola.
La cabeza cada vez estaba más lúcida, más inteligente, y no como antes que ante el olor de las curas ella decía: "el agua de la nevera huele mal". No, ahora todo era coherencia, (y no digo que lo del agua de su nevera no tuviera algo de coherencia, me pillais ¿no?) frases humanas y reales, y sus ojos miraban con agradecimiento.
Cada día hablaba más, cada día te contaba algo más y eso me hizo que yo, sin darme cuenta, me fuera uniendo cada vez más a ella.
Mis compañeros seguían visitándola, pues a ellos también los había conquistado, y hacíamos que esa mujer no estuviese sola; y sus familiares iban y estaban con ella, pero 24 horas son muchas para sólo un hijo y una hermana, que es la poca familia que creo que tiene.
Le habían puesto una sonda nasogástrica días atrás para complementar la comida, ya que al principio os he dicho que precisaba de ayuda para comer y que, por ello, Engracia se negaba a comer más de la cuenta. Pero ahora que lo hacía sola, comía de todo un poco, y siempre me decía: "me lo he comido todo, toooodo, y mira que siempre he sido de poco comer". Y la creo, porque es taaan pequeñita, taaan delgadita. Aún así le metían un batido de proteínas por la sonda para complementar. Yo me encargaba de dicha tarea para buscar una excusa para entrar a la habitación y decía a mi enfermera, oye Pepita, ¿le habéis dado ya el batido a Engracia? La enfermera que no se lo había dado, me decía que no, y entonces yo aprovechaba para decir que no se molestara que ya se lo daba yo.
Tanto evolucionó que seguía con la sonda, pero le dábamos el complemento por vía oral con una pajita, que ella así lo prefería y por lo menos así sabía en qué momento le apetecía más.
El otro día, cuando entré otra vez, con mi batido y la pajita no pude contener la risa.
-Engracia, ¿cómo se encuentra hoy? ¿Le duele algo?
-Hola, mira toma.
Y empezó a sacar botellas de agua de debajo de los brazos.
-¿Y esto?
-Es que estoy haciendo pesas.
No pude evitarlo y las dos nos pusimos a reir. Pasó de no moverse a hacer "pesas" con botellas de agua.
Ella estaba luchando, odiaba beber agua y los batidos, odiaba comer tanto, pero como lo decían los médicos, como nosotras la animábamos, ella se esforzaba.
Ella mejoraba, ganaba fuerza, su tensión iba subiendo (pues al principio estaba bajísima), estos días tenía 11 de tensión, 11 con algo. Lo normal.
Se movía, y aunque no podía levantarse, levantaba brazos y piernas durante escasos minutos.
Estaba evolucionando de cabeza para arriba, de cabeza para abajo se estaba pudriendo.
Las curas cada vez eran más y más complicadas, un día me regañó una enfermera por soltar una exclamación; pues... las grapas de la herida quirúrgica se le habían soltado, y tenía, y NO EXAGERO, la tripa abierta, yo no me lo esperaba. Como en una operación abierta y no laparoscópica, estaba abierta, se veía su interior.
Y así ha estado estos últimos cuatro días, con su tripa abierta, empeorando, pero mejorando a nivel cerebral.
Entonces, ¿qué pasa? Ayer la bajaron al quirófano. Y ahora vivo con la incertidumbre de saber qué pasa, si sigue viva, si está consciente, o si está muerta. Porque ayer fue jueves, y yo no vuelvo hasta el lunes (al tener esta semana una fiesta de la universidad).
Preguntamos mi compañero y yo a un MIR sobre su estado y dijo que la operación había sido muy complicada, pero que sin embargo, ella había salido. Por lo tanto la bajaron a REA, y allí espero esté todavía. Pero eso es lo más díficil: a su edad sobrevivir a la anestesia no será fácil, y no es la primera operación a la que se somete de estos niveles. Es complicado, pero muchos vivimos con la esperanza de poder verla algún día. El lunes no creo porque si ella aguanta, no creo que suba tan pronto de la REA.
Espero que el lunes su habitación esté vacía. Eso significará que sigue con vida. Y que su cama la está esperando.
Quizá no me debería haber encariñado tanto por si tiene un final triste. Pero aunque me daría mucha lástima, viviré tranquila de haber conocido a una gran mujer que ha luchado y ha sobrevivido a un mes a algo muy duro.
Sólo he dicho su nombre, y he de decir que Engracia pese a todo, es una de las personas mas valientes que he conocido en mi vida.Cuando yo entré al hospital durante los primeros días la mujer se quedaba dormida casi todo el tiempo, aunque no sé si en realidad era sueño o somnolencia. Apenas hablaba y lo poco que hacía era casi indescifrable.
Pero cuando fue pasando el tiempo, la mujer se veía con más ganas, hablaba más y se le entendía mejor. Gracias a eso, fue entonces cuando empecé a conocerla, a comprenderla y a descubrir lo maravillosa que podía llegar a ser. Tenía un encanto especial que inundaba la estancia.
Pero no sólo ella evolucionó, yo también lo hice con ella. Pasé de no querer entrar a su habitación en las curas por el olor a podrido y mierda que desprendía su vientre, a querer hacerlo todos los días solo para estar más cerca de ella.
Muchos de vosotros quizá no lo comprendeis, pero si la conociérais lo sabríais.
Su fisio iba casi todos los días para ayudarla a moverse, y la progresión no se hizo esperar. Estos últimos días que he estado con ella ha pasado a mover los brazos, las piernas, a comer sola.
La cabeza cada vez estaba más lúcida, más inteligente, y no como antes que ante el olor de las curas ella decía: "el agua de la nevera huele mal". No, ahora todo era coherencia, (y no digo que lo del agua de su nevera no tuviera algo de coherencia, me pillais ¿no?) frases humanas y reales, y sus ojos miraban con agradecimiento.
Cada día hablaba más, cada día te contaba algo más y eso me hizo que yo, sin darme cuenta, me fuera uniendo cada vez más a ella.
Mis compañeros seguían visitándola, pues a ellos también los había conquistado, y hacíamos que esa mujer no estuviese sola; y sus familiares iban y estaban con ella, pero 24 horas son muchas para sólo un hijo y una hermana, que es la poca familia que creo que tiene.
Le habían puesto una sonda nasogástrica días atrás para complementar la comida, ya que al principio os he dicho que precisaba de ayuda para comer y que, por ello, Engracia se negaba a comer más de la cuenta. Pero ahora que lo hacía sola, comía de todo un poco, y siempre me decía: "me lo he comido todo, toooodo, y mira que siempre he sido de poco comer". Y la creo, porque es taaan pequeñita, taaan delgadita. Aún así le metían un batido de proteínas por la sonda para complementar. Yo me encargaba de dicha tarea para buscar una excusa para entrar a la habitación y decía a mi enfermera, oye Pepita, ¿le habéis dado ya el batido a Engracia? La enfermera que no se lo había dado, me decía que no, y entonces yo aprovechaba para decir que no se molestara que ya se lo daba yo.
Tanto evolucionó que seguía con la sonda, pero le dábamos el complemento por vía oral con una pajita, que ella así lo prefería y por lo menos así sabía en qué momento le apetecía más.
El otro día, cuando entré otra vez, con mi batido y la pajita no pude contener la risa.
-Engracia, ¿cómo se encuentra hoy? ¿Le duele algo?
-Hola, mira toma.
Y empezó a sacar botellas de agua de debajo de los brazos.
-¿Y esto?
-Es que estoy haciendo pesas.
No pude evitarlo y las dos nos pusimos a reir. Pasó de no moverse a hacer "pesas" con botellas de agua.
Ella estaba luchando, odiaba beber agua y los batidos, odiaba comer tanto, pero como lo decían los médicos, como nosotras la animábamos, ella se esforzaba.
Ella mejoraba, ganaba fuerza, su tensión iba subiendo (pues al principio estaba bajísima), estos días tenía 11 de tensión, 11 con algo. Lo normal.
Se movía, y aunque no podía levantarse, levantaba brazos y piernas durante escasos minutos.
Estaba evolucionando de cabeza para arriba, de cabeza para abajo se estaba pudriendo.
Las curas cada vez eran más y más complicadas, un día me regañó una enfermera por soltar una exclamación; pues... las grapas de la herida quirúrgica se le habían soltado, y tenía, y NO EXAGERO, la tripa abierta, yo no me lo esperaba. Como en una operación abierta y no laparoscópica, estaba abierta, se veía su interior.
Y así ha estado estos últimos cuatro días, con su tripa abierta, empeorando, pero mejorando a nivel cerebral.
Entonces, ¿qué pasa? Ayer la bajaron al quirófano. Y ahora vivo con la incertidumbre de saber qué pasa, si sigue viva, si está consciente, o si está muerta. Porque ayer fue jueves, y yo no vuelvo hasta el lunes (al tener esta semana una fiesta de la universidad).
Preguntamos mi compañero y yo a un MIR sobre su estado y dijo que la operación había sido muy complicada, pero que sin embargo, ella había salido. Por lo tanto la bajaron a REA, y allí espero esté todavía. Pero eso es lo más díficil: a su edad sobrevivir a la anestesia no será fácil, y no es la primera operación a la que se somete de estos niveles. Es complicado, pero muchos vivimos con la esperanza de poder verla algún día. El lunes no creo porque si ella aguanta, no creo que suba tan pronto de la REA.
Espero que el lunes su habitación esté vacía. Eso significará que sigue con vida. Y que su cama la está esperando.
Quizá no me debería haber encariñado tanto por si tiene un final triste. Pero aunque me daría mucha lástima, viviré tranquila de haber conocido a una gran mujer que ha luchado y ha sobrevivido a un mes a algo muy duro.
Si algún día vuelvo a escribir sobre ella, significará que hay más historias que contar y querrá decir que he vuelto a verla.
¿Continuará?